jueves, 27 de febrero de 2025

El Evangelio de la Comodidad: La Trampa que Castra el Éxito y la Libertad

 

El Evangelio de la Comodidad: La Trampa que Castra el Éxito y la Libertad

Por años, se ha predicado un evangelio que ha condicionado la mente de los creyentes a la pasividad y la conformidad. Un mensaje que exalta la pobreza como virtud, que glorifica la escasez en la tierra mientras promete calles de oro y mansiones celestiales en el más allá. Un evangelio que ha hecho del cristiano un espectador, alguien que solo espera, que no lucha, que se conforma con lo que le toca.

Frases como “Dios proveerá” o “Espera en el Señor” han sido malinterpretadas y usadas como excusa para no tomar acción. Se ha predicado que la bendición es futura, que esta vida es solo de sufrimiento, que aspirar a la grandeza es pecado, que el dinero es malo y que los ricos difícilmente entrarán en el reino de los cielos. Así, el cristiano promedio se ha convertido en alguien sin ambición, sin empuje, sin visión.

No es de extrañar que los ateos vean a los cristianos como personas sumisas y sin aspiraciones. Porque, seamos honestos, la mayoría ha abrazado una mentalidad de dependencia, de esperar que Dios haga todo mientras ellos no mueven un dedo. Un pueblo así es el sueño de cualquier dictador: obediente, sin deseos de superación, conforme con su miseria, creyendo que su única esperanza está en el cielo y no en tomar acción en la tierra.

Y, por supuesto, muchas megaiglesias han sabido aprovechar esto. Un mensaje que predica el evangelio del menor esfuerzo siempre será popular. Porque es más fácil decirle a la gente que solo deben “esperar en Dios” a decirles que deben trabajar duro, que deben desarrollar su potencial, que deben educarse, esforzarse, fracasar y volver a levantarse. Eso no vende, eso no llena estadios.

El Evangelio de la Libertad: La Verdad que Nos Hace Grandes

Pero este no es el evangelio verdadero. La Biblia no enseña conformismo, enseña responsabilidad. Dios no nos da riquezas, nos da el poder para hacer riquezas (Deuteronomio 8:18). Nos llama a ser cabeza y no cola (Deuteronomio 28:13). Nos dice que donde pongamos nuestra planta, será nuestro (Josué 1:3). Nos promete que la bendición del Señor enriquece y no añade tristeza con ella (Proverbios 10:22).

El verdadero evangelio es un llamado a la acción, a la disciplina, al esfuerzo. Jesús habló del camino angosto, no del atajo fácil. La grandeza que Dios tiene para nosotros no es automática, requiere principios, trabajo, resiliencia y determinación. El evangelio verdadero nos hace libres, y solo los libres pueden aspirar a la grandeza.

El problema es que muchos no quieren ese evangelio. Prefieren el mensaje cómodo, el que les dice que solo deben orar y esperar. Pero los que entienden la verdad, los que toman acción con fe y esfuerzo, son los que ven resultados.

Así que la pregunta es: ¿seguirás esperando, o tomarás la autoridad que Dios ya te dio para conquistar tu destino?

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